#ElPerúQueQueremos

La historia del primer millón a través de mi AFP.

Publicado: 2014-05-30

En primer lugar quiero aclarar que no fue nada fácil conseguir mi primer millón. La pérdida de mi empleo como asistente en el BCR a los 26 años, sumado con la frustración de no poder seguir estudiando la carrera de economía por problemas –justamente- económicos, me hicieron sucumbir a la más grande de todas las soledades y el odio hacia a los demás. María José, mi enamorada, había decidido alejarse por la simple consecuencia que acarreo dicha situación. No es cierto que haya nacido en una cuna de oro como señalan mis detractores, por el contrario, el inicio del derrotero hacia mi primer millón estuvo lleno de dificultades y distracciones, las cuales superé, en su mayoría, por gracia del paternalismo estatal.  

Todo empezó a finales del 2012. Me encontraba desempleado, casi en la bancarrota y lo único que me ocupaba durante el día era leer sobre la actualidad en materia económica del país. Mi afición era tan grande que recuerdo haber conservado durante años los reportes mensuales que solía publicar el BCR y que remitían a mi casa puntualmente. Los tontos burócratas se habían olvidado de borrarme de la lista de suscriptores que solía pagar con un descuento de mi sueldo. Para ser sincero, poco o nada me importaba en esa época.

En ese entonces el gobierno de Ollanta Humana promulgó la flamante ley de reforma de las AFP y con ello mi pasaporte hacia el éxito. Quiero hacer una pausa aquí: ¿Por qué diablos existe esta costumbre de poner la palabra “reforma” en cada cambio incipiente en la legislación? Está claro que en el Perú no hay reformas; todo sigue igual desde el tiempo del Presidente Fujimori.

Como decía, esa gloriosa ley fue el principio de mi éxito pues ya tenía bastante tiempo analizando el mercado de las AFP. Indudablemente era una ilusión que yo, desempleado y sin título, sea parte de un negocio de ese tipo; mi condición era como la selección de Perú en un mundial de futbol. Pero déjenme contarles que no es el mismo caso con las AFP. En este negocio, el estado obliga a sus trabajadores a pagar una cantidad de su sueldo a un administrador privado y este lo “rentabilice” invirtiendo ese dinero de forma secreta y sin transparencia. Lo pongo en comillas porque esto no es necesario: la ganancia de los ejecutivos de las AFP no está en función a que si generan o no generan rentabilidad sobre los fondos del trabajador, sino que esta se establece sobre un porcentaje del aporte mensual. Es decir, el ejecutivo o director de la AFP gana dinero indistintamente a los resultados que genere como empresa. Pero esto no es todo, la nueva ley impulsada por Jaime Delgado creó una comisión por la cual se cobra un porcentaje sobre los ahorros del afiliado, haciendo que las AFP cobren incluso cuando el trabajador no aporte, aprovechando la gran inestabilidad de empleo formal en el Perú. En resumen: ¿No tengo de dónde cobrarte porque ya no tienes trabajo formal y no aportas? No importa, te cobraré de tus ahorros. De hecho, éstas habían tenido millonarias pérdidas y el fondo había disminuido, empero los ejecutivos tenían la bendición de seguir cobrando por el imperio de la ley. ¡Qué maravilla!

Como podrán apreciar, el negocio descrito era sumamente lucrativo, dadivoso y me interesaba. Ahora bien, ¿cómo demonios competiría contra los grandes bancos que tienen grandes AFP y que poseen, tal vez, millones de afiliados? No pasó mucho tiempo para que encontrase la respuesta con el nombre de “subasta de afiliados”. Esas dos maravillosas palabras juntas se traducían en un nuevo sistema por el cual las AFP, a sobre cerrado, competirían entre ellas para ver quien ofrece una menor ganancia de comisión y de esta forma adjudicarse exclusivamente no menos de 700 mil afiliados fijos durante los próximos dos años monopolizando el mercado. ¡700 mil afiliados! ¡Qué maravilla! –exclamé.

Desde el momento en que leí esa disposición legal me sentí extasiado. Recuerdo que me paré, saqué un billete de diez soles y decidí gastarlos en una cajetilla de cigarrillos rojos, desvelándome toda la noche fumándolos, como quien se enamora por primera vez y no deja de pensar en círculos. Tenía que aprovechar la oportunidad que se me había presentado.

Decidí, entonces, ir hacia las oficinas de la SBS y solicitar los requisitos para participar en la subasta. Me sorprendió bastante que estos no fuesen muy exigentes: ni siquiera necesitabas tener una oficina física, pues la misma SBS te ayudaba con el uso de las oficinas estatales del Banco de la Nación para la recepción de dinero. De esta forma, decidí pedir un préstamo para tener un respaldo económico, constituir mi propia AFP en asociación con unos viejos amigos que trabajaban en la banca y lanzarnos a la subasta.

El truco de nuestra victoria consistió en calcular una comisión tan baja de ganancia que ninguna otra AFP nos superó. Claro, ellos tenían personal, gastos de mantenimiento de cuenta y nosotros no teníamos ni siquiera una oficina. Aunque es cierto que con el tiempo tendríamos estas obligaciones, el cálculo estaba diseñado para saldar dicho gasto de forma exacta, dejando el balance en cero.

¿Y dónde está la gracia entonces? –se podrá preguntar alguien. ¿Cómo es posible que, en tan poco tiempo, se consiga un millón sin excesivas utilidades empresariales? Bueno, la respuesta es simple: ¿recuerdan que les mencioné acerca de las inversiones secretas y sin transparencia? Les sorprenderá saber que en el mercado financiero existen varias empresas dispuestas a conseguir nuevos inversores, sobre todo aquellos que gozan de un fondo estable y sostenido, como lo es el trabajo diario de más de medio millón de trabajadores. Ahí fue donde me di cuenta que el gran negocio no es cobrar comisiones a los trabajadores peruanos de su sueldo o ahorros; el éxito está en cobrar una comisión a las grandes empresas para invertir en ellas nuestro dinero -que no es propiamente nuestro- pero que administramos sin rendir cuentas a nadie.

Como bien diría Jorge A. Vasconcellos“No hay nada escrito de antemano. Uno puede ser pequeño y triunfar, y por la misma razón, ser grande y perder. Todo depende de lo bien que se apliquen las reglas de la guerra.” 

                 Daniel Montano, Presidente del Consejo Ejecutivo de AFP Bondad

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------


Aclaración: Los hechos narrados en el presente relato son ficticios y no representan ni demuestran la realidad. Los datos, referencias y nombres empleados, tienen un rol meramente descriptivo y son producto de la imaginación. 


Escrito por

Italo Carella

Peruano. Derecho. Master en Études Politiques en la @EHESS_fr.


Publicado en

Segismundo

Una mirada democrática y liberal de la política nacional e internacional.